jueves, 24 de junio de 2010

Lo prometido es deuda (IV)

Y por último y no por ello menos importante (aunque esta forma es sólo válida para artistas especialmente talentosos y ambiciosos) en opinión de Enrique Cuervo Cassidy, también se vencería a la muerte sobreviviendo a nuestro propio fin a través del arte y a través de la popularidad que probablemente alcancemos gracias al arte, ya sea cine, literatura, pintura… Porque aunque en vida no podamos gozar de esa gloria inmortal que otorga el ser considerado, incluso ya muerto, un magno creador cuya obra merece pervivir eternamente, sí que podríamos adivinar su dulce sabor si comenzáramos a cultivarla mientras nos siguiera latiendo el corazón, es decir: comportándonos como si fuéramos celebridades inmortales desde ya. Se trataría de disfrutar de forma ficticia y prematura de algo que las leyes de la naturaleza nos impedirían. De locos, ¿no? Por supuesto: se trataba de la opinión de Henry…

Cuando salimos de Deustoarrak eran casi las diez de la noche. Era tarde y al día siguiente teníamos que madrugar para ir a clase. Henry y yo decidimos coger un autobús que nos dejaba casi en casa. Nos despedimos del taller con gran lástima. Nos hubiéramos quedado hasta bien entrada la madrugada hablando y hablando, pero ya habría ocasiones de volver a vernos. La agenda de mi casi inerte teléfono móvil estaba desbordada de nuevos números. Al parecer, ya tenía, entonces sí, algo parecido a amigos en Bilbao.

2 comentarios:

Avellaneda dijo...

Acabo de leer las últimas entradas de una tacada y por casualidad, que marcho mañana a San Fermines y toca terminar un dvd-regalo. Aprovecho para darte las gracias por colgar esta sorpresa, destila ilusión y una cierta ternura.

Me gusta oír que escribes: enmarañado entre lo que llamamos tonterías, están-a veces-cosas que merecen la pena.

De todas formas, mejor que te lo diga alguien con credibilidad: ya sabes que a mí me cuesta resumir. Me da miedo quitar esa coraza de tópicos y llegar a escribir aquello que me gustaría leer. Como hace gente que aparece en el capítulo.

Recuerdo que una vez le dije a Charlotte que se parecía a Momo. Con toda mi buena fe (ahora entiendo la cara que puso). A mí me salió del alma, por la forma en que sacaba a la luz contradicciones y escuchaba y escribía. Que tía.

Me dan ganas de explicar lo que me aportaron también la Faraona y varias personas más. Hoy tengo tiempo, pero dudo sea el momento y el lugar. Además, sé que las personas que admiro, por lo general, son conscientes de lo que admiro en ellas. Y siguen ahí, dando ejemplo.

Así que, en resumen: gracias. Otra vez. También al resto.

Ian Grecco dijo...

Muchas gracias por tus palabras, Avellaneda. Me alegro de que te haya gustado este trocito de la novela. No sé qué será de ella, pero bueno, al menos he compartido esto con vosotras. Espero que lo hayas pasado en grande en San Fermín.