jueves, 20 de diciembre de 2007

Delirio de poeta

Callaos, silencio,
que voy a hablar solo,
que voy a narraros el principio de todo.
Atended a mis palabras,
que la sabiduría que las guía,
es la joven desazón consciente,
herida de la imposible promesa
que nos lanzaron.

Si pudiera sacar mi infierno,
por la boca, por la piel, por los ojos,
vil garrote, maquinaria antidiluviana,
nutrición de imágenes,
espanto de nombres,
mi mundo interior.

Me atraqué de belleza,
pútrida en imágenes y letras,
y en este atosigante mar
de delirio ajeno,
hoy he decidido rebelarme.

Elevadme como estandarte,
como falso profeta,
os amo, mis criaturas,
¿por qué me odiáis entonces?
Si persistís en agazaparos
vuestro hedor me enloquecerá.

De nadie me enamoré, si eso
es lo que deseábais saber.
Amé cosas, imágenes, luna y niebla,
y en el rastro perdido de lo incorpóreo,
nací como poeta,
amante del caos fecundo,
que como alimaña pasiva,
se deja y no grita.

Yo os amaré con mis artilugios
sacrílegos, ridículos,
palidecerán mis logros,
ante vuestra insistencia.
El reflejo valdío de mi homenaje,
no insuflará valor a vuestras postrimerías,
pero, ¡no seáis malvadas!
Insuflad en mi pecho,
aunque sea minúsculo,
un dardo de gallardía.

Sam E. Hailey

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