jueves, 17 de diciembre de 2009

Requiem por la parada técnica en Lerma...


porque ahora es diferente, aunque en teoría siga habiendo una parada técnica en Lerma...

Pero no, no es lo mismo.

Adiós, adiós, al tétrico hotel Alisa, aquel que tras más de dos horas de viaje en autobús (bien con el aire acondicionado a tope dejándole a uno cubito de hielo, bien con la calefacción mórbida por los cielos dejándole a uno al borde del vómito), nos recibía con sus melancólicos camareros y sus bocadillos de pan rancio. En mi caso, casi siempre cuando había oscurecido.

En aquel mostrenco de piedra castellana con nombre de princesa antediluviana era imposible encontrar una sonrisa, acaso un gesto de amabilidad, entre sus empleados. Pero bueno, probablemente el equipo de camareros del hotel maldito bastante tenía con enfrentarse a una horda de viajeros confundidos en busca del chorizo marchito y los cafés tipo bomba estomacal que ofrecían.

Adiós, adiós, a la comitiva de viajeros zombies que se quedaban por las inmediaciones con sus propios refrigerios envueltos en papel de plata, y que deambulaban por los márgenes de Alisa como con miedo a entrar y no pedir nada, aunque quizás fuera que el lugar les revolvía el estómago, y por eso preferían sufrir las inclemencias del frío meseteño.

Un amigo ya me lo decía: "la parada técnica en Lerma es como el principio de una peli de terror, el prólogo antes de que aparezca un psicópata sierra eléctrica en mano y dé matarile a todos; o más bien, viendo a esas masas de gente torpezuela y de gesto perdido con sus bocatas, cada una en una dirección, algo sobre muertos vivientes".

Pues sí...Sí que daba para algo oscuro.

Pero ya no, porque ahora la parada técnica en Lerma, antes de llegar a la capital del Reino (a no ser que cojas el VIP), te deja en un hiperlimpio, hiperdespejado e hiperordenado amplio espacio moderno y chic de techos interminables, tienda de productos varios (Barbies incluídas) estilo gasolinera de luxe, y un pulcro servicio de cafetería tipo cadena de hotel barato, con sus bocadillos crujientes y empapelados amontonados según su relleno, y hasta platos de carne y verdura para los comensales más exigentes.

Y si mis sentidos no me traicionan, he creído ver amagos de sonrisa en los rostros serenos de sus camareros uniformados de rojo y negro.

Adiós, adiós, pues, a Alisa y a sus adustas gentes; a sus embutidos calamitosos y a sus sobaos grasientos para regalar; a sus zombies desorientados; a sus cafés venenosos; a sus paleolíticas fotos de la zona en blanco y negro (con posibilidad de ser compradas) que más que melancolía e interés, provocaban que a uno le dieran ganas de salir corriendo de allí rumbo a una playa con palmeras...

Ahora, el hotel Alisa, abandonado por todos los viajeros de autubuses que allí descansaban, está más maldito que nunca, con lo que las posibilidades de crear una historia de terror inspirada en el lugar cobran más fuerza: ¿qué tal un chofer despistado que deja a sus pasajeros, en vez de en la parada moderna, en la antigua parada, donde viven ahora los empleados fantasmas de un hotel abandonado que cobran vida para vengarse de los que dejaron de consumir allí y provocaron la clausura del lugar? Hummm...

Quizás algún día escriba algo sobre el hotel Alisa...El maldito hotel Alisa.

4 comentarios:

Avellaneda dijo...

O sobre cómo rebaños de ovejas pueden paralizar un paradigma de modernidad y teconología como el Alvia, vayas en turista, en VIP, o escondido en el lavabo. Eso pide a gritos un Ionesco.
(O un sangriento sacrificio de un cordero pascual/navideño en su defecto;D)

Ian Grecco dijo...

¡Jejeje...!

Es verdad, Avellaneda, ya recuerdo...Qué incidente más de la España rural, ¿no?

A mí, ya sea en el VIP o en el normal, siempre me tocan mirones y/o niñas endemoniadas que se pringan con el kinder sorpresa...

Esti dijo...

- ¡mira qué árbol más raro!
- sí, es como esos en los que ahorcaban a la gente en el siglo XVII..

jajajajjajajaj

Ian Grecco dijo...

¡Jijiji...! Qué recuerdos más entrañables, ¿verdad?