martes, 22 de diciembre de 2009

Primera parte de La Teoría del Espejo (o "me enfado yo primero contigo para desvirtuar tu posterior enfado conmigo")


Pues eso, que este post va sobre la Teoría del Espejo, como la llama una amiga mía. Y es aplicable a esos casos en los que uno ve cómo un ser de su entorno afectivo se cabrea de veras con él pese a que está convencido de que no ha hecho nada, absolutamente nada, para merecer semejante actitud hostil y desagradable por parte del que hasta hacía poco era un ser querido.

Pero es que el mundo y sus habitantes son muy complicados, y resulta que hay personas que son incapaces de hacer autocrítica y responsabilizarse de algunas de las cosas malas que les ocurren (me refiero a esas cosas malas originadas principalmente por la actitud de uno mismo), y antes de reconocer su dolo, culpa o negligencia, atacan. Vamos, lo de siempre: que algunos se defienden atacando.

La Teoría del Espejo explica la extraña conducta de estas personas que sabiendo, en el fondo de su ser, que no han actuado bien, se apresuran en cabrearse bien cabreadas antes de que el enfado germine en el damnificado de turno. Esta gente piensa algo así como: "si me enfado yo con X, X no podrá enfadarse después conmigo, ya que yo me he pedido la vez primero en la cola de los enfados".

¿Conocen a algún "espejista" de estos? Son individuos fáciles de reconocer: están enfadados con un mundo que no satisface todos sus caprichos; adolecen de un claro desequilibrio psíquico que les lleva al pensamiento caótico (o todo negro o todo blanco); se creen firmemente víctimas de una conspiración planetaria engendrada con el objetivo de hacerles desgraciados; tienen problemas con todos y con todo, con amigos, familiares, amores, jefes y compañeros de trabajo.
No sólo no agradecen la ayuda de las personas bondadosas que tratan de hacerles entrar en razón y ayudarles a vivir serenamente, sino que se vuelven contra ellas cuando éstas no hacen lo que ellos quieren o dicen lo que ellos desean escuchar; su capacidad de exigencia no tiene límites, pueden llegar a estrangular emocionalmente a quien cae en sus garras, y en las situaciones límite (cuando llevan sus pretensiones, comportamientos intolerables o chantajes emocionales demasiado lejos) llega "El Espejo": actúan como deberían actuar los seres comprensivos y cariñosos que tratan de ayudarles, y se enfadan.

Vamos, que muerden la mano del que trata de sacarles del lodazal de dolor en el que viven.

(continuará)

2 comentarios:

Maese Salakov _ dijo...

Bien razonado, mejor escrito... y sin embargo bastante maniqueo y parcial.

Partamos de un axioma: «nadie se enfada por nada». Es ridículo, no tiene sentido. Así, esa frase primera de estar convencido de no haber hecho nada, absolutamente nada, para merecer semejante actitud hostil y desagradable... falla por la base.

Es seguro que la persona enfadada está ofendida, ¿pero por qué?: ¿Insultos, afrentas, menosprecios, etc, unido a mal lenguaje no verbal (muy importante esto)? Casi seguro que sí.

De tal forma, la autocrítica debería darse por ambas partes o no tiene sentido reclamarla al contrario. ¿He hecho yo algo para enfadar a fulanito? ¿Le he tocado los cojones sistemáticamente en los últimos tiempos? ¿Sospecho de algo que pudiera haberle dicho - o no dicho- y le ha sentado mal?

Preguntas importantes para la segunda parte del post, si la hubiere...

Ian Grecco dijo...

Bueno, es interesante lo que planteas, Salakov, lo que sucede es que he escrito este post basándome casi al cien por cien en cierta persona que te puedo asegurar que está enfadada con el Mundo por no satisfacer éste sus caprichos, y focaliza dicho enfado INJUSTAMENTE (porque créeme: lo único que hacemos es tratar de ayudarla) en sus amigos y familiares. Así que lo de maniqueo y parcial, pues no...

Maniqueo y parcial sería escribir un post sobre un amigo que se ha enfadado con nosotros por algo que "no era para tanto", pero que realmente existía.

La cuestión, en este caso concretamente, es que no hay ALGO que provoque el enfado del "espejista", ni siquiera miradas o respiraciones ofensivas,sino simplemente la mente inflexible (y enferma, para qué silenciarlo más tiempo) de alguien que ve lo que no es verdad, pero que así se libera de hacer autocrítica y de llegar a la conclusión de que debe cambiar muchas cosas de su forma de ser para estar en paz consigo mismo y con ese Mundo al que echa la culpa de todo.

No podemos responsabilizar al cien por cien a los demás de nuestra felicidad: sería injusto, infantil y terrible. Y poco inteligente.