martes, 11 de septiembre de 2007

Un color desconocido


De repente, todo se ha teñido de un color extraño. No de gris, porque hasta ahora había gris suficiente. No de negro, porque el negro lo escoge el que decide portarlo. Sencillamente, todo es de un color diferente, extraño. Ya no hay reglas. La enfermedad y el dolor se mueven por donde quieren. No tienen por qué contenerse, pueden extenderse hasta donde lo deseen y alcanzar a dos miembros de la misma familia, por qué no.

Ahora, también ella. La que me dio la vida. Ella. En el hospital, aunque todo ha sido un susto. Por ahora. Ya no me fío de nada.

Mientras en la sala de espera aguardaba a que me llamaran, una anciana desdentada me ha hecho prometer que nunca volveré a vestir de amarillo. Me ha contado su historia, inconexa, a trompicones, incomprensible e incompleta. "Mi hija, casi se me muere por ir de amarillo...La culpa la tuve yo, que le compré un vestido amarillo precioso, y le tejí una chaquetita de angora, también amarilla, y nada más probárselo todo, casi se me muere... Y a mi otro hijo, que es arquitecto, y que tiene más de treinta hombres bajo su responsabilidad, le regalaron un canario amarillo para tener en su estudio, y si ves lo que le pasó al pobre...por culpa del canario amarillo...;fue el amarillo, ¡no te vistas de amarillo!"

El hospital no me impide huir de la residencia, allí voy todos los días, y me encuentro con personajes de lo más variopinto, como la viejecita que canta una horrorosa y absurda canción,conformada a base de retazos y parches. Desentona y asusta a los demás,chirriante e imparable: "Los borrachos en el camposanto, beben y beben y vuelven a beber.../ ¡Yo que soy la más guapa, la más lista y la meeejooorrr...!"

También está la señora Carmen. La señora Carmen no tiene quien la visite. Quien la bese. Pero su armario está lleno de ropa y en el cuarto, grandes fotografías en blanco y en negro la retratan a ella y a su difunto marido, con un gran parecido con Errol Flyn, apuesto y arrogante. "Era capitán", nos han dicho las enfermeras. Pero aún no hemos visto a nadie visitar a Doña Carmen, que según cuentan las fotos, se casó portando un turbante de seda y con la mirada felina clavada en el objetivo, como una María Callas de ojos claros. "¿Me puede hacer un favor? ¿Me da jabón y agua para lavarme las manos?" Pero si es la quinta vez que me lo pide, y ya le di toallitas de colonia la primera vez que me lo pidió...Insiste,molesta, todo lo olvida, ¿todo? No creo: "¡cómo se atreven a vestirme! ¡he viajado por todo el mundo y jamás he visto que obligaran a una dama a vestirse!" "¿qué cuántos años tengo? ¡eso no se pregunta!"

Y al final, con la foto del capitán presidiendo el rincón de su cuarto, sin poder olvidar que esta viejecilla llevó una vez un turbante a lo Gloria Swanson, no puedo por menos de enternecerme cuando me pide algo diferente al agua y al jabón: "Perdone, ¿le importaría darme un beso?"

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