jueves, 13 de septiembre de 2007

Encontré a Leonard


Ayer vi en la televisión un documental sobre mi admirado Leonard Cohen, el melancólico (y un tanto nihilista) cantante, compositor, poeta y novelista canadiense que pasó cinco años viviendo como un monje budista.

El documental, en el que hablaron desde Bono hasta Nick Cave, mostraba bellísimas reflexiones de este hombre, muchas en forma de canciones, a medio camino entre el existencialismo y la religiosidad.

Muchas perlas han salido de boca de Leonard Cohen, como esta: "No encontré a la chica/ No me hice rico/ Sígueme" ¿Puede alguien en menos palabras expresar el malestar que causa no conseguir esas promesas que todos nos hicimos de jóvenes? Porque el mundo presiona, desde que tenemos uso de razón, para que seamos el hombre hecho a sí mismo, el héroe contra el destino que si lucha y se sacrifica, logrará todo lo que se propone. Y eso no es verdad: muchas veces, aunque nos dejemos la piel en cumplir nuestras promesas, no llegamos a la meta. Y eso nos llena de frustración. Pero ya lo dice Cohen: no somos los únicos que no encontramos a la Chica y no nos hicimos con la Riqueza. Sigamos a Cohen y a tantos decepcionados como él: somos una legión.

También me gustó eso de "todo tiene grietas, para que la luz entre por esas grietas". Vaya, pues al final está bien tener defectos y flaquezas: sólo así lograremos considerar posibilidades que ni si quiera habíamos tenido en cuenta. Así lo interpreto yo.

Para terminar, escribo aquí un poema de Cohen de rabiosa actualidad, ¿no les suena esto a algo?




Los asesinos que dirigen
los demás países
están intentando que nosotros
derribemos a los asesinos
que dirigen el nuestro.

Yo por mi parte
prefiero el yugo
de los asesinos nativos.

Estoy convencido
de que el asesino extranjero
mataría a más de nosotros
que nuestros viejos y conocidos asesinos.

Francamente no creo
que ninguno de esos de fuera
quiera que resolvamos
nuestros problemas sociales.

Para decir esto me baso en lo que
siento
hacia el vecino.
Sólo espero de él que no se vuelva más feo.

Por lo tanto, yo soy un patriota.
No me gusta ver
quemar una bandera,
porque eso excita
a los asesinos de los dos lados,
hasta que llegan a excesos desafortunados
que continúan alegremente,
casi totalmente incontrolados,
hasta que todo el mundo ha muerto.

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