jueves, 14 de mayo de 2009

Últimamente, me siento (un poco)...

como Will Smith en Soy leyenda. Vamos, que salgo a la calle y alucino con lo que veo, y me siento parte de una especie prácticamente aniquilada de la faz de la tierra (bueno, la diferencia es que el bueno de Will lo hace de día; yo, al caer el sol).

Es que sucede que cada vez entiendo menos al género humano; el funcionamiento del mundo, en general.

Y ayer...Cómo expresar lo de ayer. La Masa se lanzó a la calle, vestida de los mismos colores, gritando, insultando, clamando y aclamando, jurando...Hombres, mujeres, niños, viejos, de todas las edades, tamaños y colores y clases, unidos por una misma pasión.
Presencié (y sufrí) toda una catarsis febril, una histeria colectiva francamente abofeteable. ¿Y cuál era el poderoso motivo? ¿Parar una guerra,

o decir: "¡Eh, poderosos del mundo, ¡nos hemos dado cuenta de que somos vuestro ganado y hoy es el día del Gran Motín!",

o protesar contra la crisis económica (creo que en pocos países del primer mundo hay tantos licenciados con dos másters y cuatro idiomas trabajando de telefonistas),

o, qué se yo, confesar bajo el cielo un secreto o convicción merecedora de una rápida extensión?

Pues no, se trataba de un partido de fútbol, nada más ni nada menos que de un combate entre dos grupos de tipos en bermudas que se desgañitan por meter una bola en una red el mayor número de veces posible.

En serio, soy yo, ¿o esto es de locos?

La única que me dio pena fue una niña que llevaba cierta bandera pintada en sus tiernas mejillas; me alargó su manita desde lo alto del andamio donde estaba colgada como un cachorro de mono (a sus padres no se les veía por ninguna parte, por cierto) y voceando el nombre de su equipo, me pidió que chocara mi palma contra su palma. Y yo no puede hacerlo, me pareció tan ridículo e incoherente con lo que pensaba en aquellos momentos, que pasé de largo, y la cría se me quedó mirando boquiabierta y triste, sin saber por qué aquella persona con cara de susto y vestida de blanco y negro juzgaba estúpida su actitud. Quizás cuando crezca me comprenda. O quizás no. O quizás ni siquiera se acuerde de ayer.

1 comentario:

Ian Grecco dijo...

¡JEJEJEJE...! ¡Jijijiji...! ¡Lo que me he podido reír!Por cierto, me encanta cómo calienta Marx, parece profe de spinning...Y de Nietzsche no me esperaba menos, ahí, dando la murga con sus caprichos...Brillante, como todo lo de los Monty...Gracias, amiga.