miércoles, 30 de enero de 2008

"Que nos juzguen los perrros, si pueden", de Paul Marchand

Aquí van algunas frases rescatadas de este escandaloso libro que merece la pena ser leído, aunque a algunos su argumento les dé tanto repelús que no les permita pasar de la primera página (yo estuve a punto de formar parte de ese colectivo).

Lo cogí prestado en la biblioteca de la parte vieja de mi ciudad, no creo que tengan problemas en conseguirlo. Pero no voy a decir de qué va: descúbranlo. Yo, gracias a este libro, he redescubierto mi fascinación por la nueva narrativa francesa. No sé si seré capaz de escribir así, pero esta literatura condensa a la perfección mis ansias de transmitir sobredosis de sensaciones, sensibilidades a flor de piel, pesimismo real, optimismo "naïf", fealdad formalmente hermosa.

"Un cadáver no le deja a una ni un momento de sosiego"

"¿Sabes acaso cuántos actos de voluntad se necesitan para no mancillar excesivamente un ideal soñado?"

"Creo que a la vida no le gusta el vacío, así que siempre estamos sustituyendo, rellenando los huecos, pero no quiero de ninguna manera sustituirte"

"Así que nos matamos y se nos concede la belleza..."

"Calcinado y convertido en cenizas, Benôit era aún más atractivo y deseable"

"Sólo son nuestros de verdad la risa y el llanto"

"...me desperté con toda la vida por delante y sin saber qué hacer con ella"


Y esta, de H. Mankell, cierra el libro:

"Nos acordamos de los muertos y, sin embargo, es como si nunca hubieran existido"

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