sábado, 23 de junio de 2007

Cómo nace El Escritor

¿Cómo nace El Escritor? El Escritor nace tras la tormenta; tras un nido de pesadillas diurnas; tras un laberinto de experiencias percederas en el tiempo, inmortales en el alma; tras un látigo de lágrimas, un espejismo de alegría y el trance que supone el paso de la infancia a la madurez; El Escritor nace tras la muerte de El Niño, pero nace porque de ese Niño quedó el minúsculo poso de rebeldía que ayuda a engendrar a los creadores inconformistas, y El Escritor ve la luz con la única ayuda de su voluntad. No hay tarea más solitaria en este mundo que la de escribir, porque sin la fe en uno mismo, los personajes literarios se quedan en cáscaras sin esencia; los paisajes se transmutan en postales opacas, y las historias, en batiburrillos de palabrejas y oraciones pretensiosas sin ningún atractivo ni credibilidad. He ahí la loable tarea de El Escritor, más allá de enfrentarse a la siniestra página desnuda: confiar en lo que se va a contar. Sin ese germen primigenio, toda creación se vendrá abajo como un castillo de naipes malditos. Confianza, seguridad. El Dios creador se verá solo en su misión, y eso no le disculpa: su obligación es crear.

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