Las he descubierto en una tienda de todo a un euro (que por cierto, es mentira: hay cosas que llegan hasta treinta euros, ilusos consumistas).
Desde lejos son capaces dar el pego; de cerca, podrían continuar embaucando al ojo más profano en la materia, a saber: progenitores despistados, gente apresurada, o pupilas con mediocre sentido de la estética. Pero para la mayoría de los que topan con ellas, sí que dan el cante: huelen claramente a ponzoñosa imitación. Y más para las las avariciosas niñas (o niños, usuarios escasos y ocasionales) que reclaman las auténticas. Hablo de las falsas Barbies, esas burdas y torpes recreaciones de la Reina de la muñeca maniquí que se venden en tiendas baratas. Para fabricar sus caritas, quintaesencia de la belleza occidental (sonrisa centelleante, naricilla respingona, y ojos almendrados y luminosos), puede que los ingeniosos creadores se hayan hecho con un molde parecido al de la Barbie genuina, pero sólo pueden presumir de eso: de poseer cabezas más o menos parecidas a la de la auténtica. El resto del juguete es un grotesco despropósito: el pelo es poco más que tres cabeceras de pincel de acuarela unidas, un cabello imposible de moldear y atar; el cuerpo es de un plástico fácilmente quebrantable (es posible que la muñeca sufra mutilaciones cuando se la intente cambair de ropita o sentar) y de proporciones aún más amorfas que las de la Barbie auténtica; la ropa está mal cosida, es de un diseño antidiluviano, con colores pastelosos y mezclas de texturas imposibles. Pero lo más triste de todo y lo que hace que me compadezca de estas falacias, es el diseño de las cajas donde vienen presentadas, porque pese a que tratan de vender la muñeca como algo atractivo, con colores rosados y nombres sugerentes (Stacy, Julia, etc), son tan insensibles y bruscos sus fabricantes, que no se les ha ocurrido otra cosa que adornar el dorso de la caja con fotos de las preciosas , carísimas y auténticas Barbies de Mattel, como promesas de lo que la caja podría contener, pero que no contiene. Es como decir a la niña de padres no tan exigentes y/o adinerados: "mira, esto es lo bonito, lo deseable, esto es lo que deberías tener en tus manos, pero como no puedes, confórmate con la aberración que te ofrecemos, más acorde con tu poder adquisitivo". Y ya, en el colmo del mal gusto, ayer vi que algún desalmado había adornado la caja de una Barbie Engendro con la foto de una novia de carne y hueso, de belleza inversamente proporcional a la de Barbie, adornada con un tosco velo blanco coronado de flores sintéticas y un vestido que parecía el de su Primera Comunión agigantado. Muy triste. Por favor, fabricantes de cachibaches: un poco de sensibilidad.
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