La Abuela.
Hoy la llevamos a otro sitio. Estábamos en lista de espera, y casi un año después, la trasladan. A ver cómo se toma el cambio; yo, no muy bien...Me había acostumbrado a ese sitio, situado a apenas quince minutos de casa; a ese itinerario, que discurre por las limpias y luminosas calles del centro...Incluso a los ancianos que por allí aguardan (unos, lúcidos y resignados; otros, totalmente perdidos) a la Muerte. Sin ir más lejos, en este tiempo he visto morir a tres compañeras de cuarto de mi abuela. Todas tenían la misma expresión moribunda: los ojillos, achinados en una constante e indefinible mueca de dolor/confusión/susto; la boquita, alargada y consumida en una tenue raya temblorosa; la piel, extrañamente amarillenta y reluciente. Y el olor...Mi tía dice que huele a "los que se están yendo". Curiosa e impenetrable fragancia que yo achaco, en un arranque de terrenalidad, a simples sustancias orgánicas. Quién sabe, quizás mi tía tenga razón y exista tan aterradora esencia crepuscular...
Pero, de todos modos, qué cruel es la vida, aunque no creo que aporte mucho al mundo haciendo hincapié sobre ello desde este post; dejémoslo estar...
El caso es que la abuela va a otro lugar, más amplio, con jardines, y mantenido con dinero público, para qué engañarnos...Y más lejos, será menos cómodo ir a verla. Pero lo seguiré haciendo, a media tarde. Cómo no hacerlo. Ella fue mi segunda madre; lo sigue siendo, aunque en ocasiones no me reconozca y me confunda con algún familiar de Valladolid o Cantabria...
Yo sé que me quiere, y yo a ella. Le ayudaré como mejor pueda a quemar estos últimos meses/años de confusa existencia que le han tocado en suerte.
No sé qué más contar sobre ella que ya no haya contado. Sólo decir que mi madre me ha comentado, enternecida, cómo se ha despedido de Begoña, su actual compañera de cuarto, una nonagenaria prácticamente paralizada y muda, a la que sólo visita, una vez al mes, una ruda sobrina. Porque se ha despedido de ella con un afecto que denotaba que era consciente de que no volvería a verla nunca más, tras meses compartiendo un cuarto en el que han reposado los últimos suspiros de las que fueron dos mujeres, dos personas. ¿Qué se hubieran dicho, contado, reprochado, reído, de haber estado lúcidas? Eso es algo que nunca sabremos.
La vida nos hace coincidir, a capricho, con ciertas personas que de haber aparecido en otros momentos de nuestras vidas, quizás no hubiéramos tratado del modo que hacemos. Pero esta es otra reflexión que será desarrollada en otro momento. Porque aún soy joven, un tesoro impagable. Hay que aprovecharlo.
viernes, 13 de marzo de 2009
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1 comentario:
qué bueno que os tenéis y que os queréis tanto..
gracias por el regalo de hablarnos de esa dama :)
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