Como ya he terminado el que tenía, he ido a por otro. Esta vez les he pedido uno bueno de verdad, un clásico de esos que ya nadie quiere, y me han mirado como si se me faltara una página. No podían entender que no quisiera uno facilote, que te sirve tanto para la playa como para el metro, y que se centra en el argumento, en aventurillas pseudo históricas habitualmente.
Me han ofrecido uno crítico, pero me he negado: no estoy de humor para que un maniático analice mi estilo y mis recursos. Y me he indignado cuando me han traído uno adolescente, ávido de dragones y vampiros, que últimamente se lleva mucho.
Al final, a regañadientes, me han dado lo que quería. Lo han sacado del sótano, polvoriento, con gafas antidiluvianas, barba de naufrago y coderas en la americana. La clase de lector que echaba de menos.
domingo, 8 de junio de 2008
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