miércoles, 30 de enero de 2008

"Que nos juzguen los perrros, si pueden", de Paul Marchand

Aquí van algunas frases rescatadas de este escandaloso libro que merece la pena ser leído, aunque a algunos su argumento les dé tanto repelús que no les permita pasar de la primera página (yo estuve a punto de formar parte de ese colectivo).

Lo cogí prestado en la biblioteca de la parte vieja de mi ciudad, no creo que tengan problemas en conseguirlo. Pero no voy a decir de qué va: descúbranlo. Yo, gracias a este libro, he redescubierto mi fascinación por la nueva narrativa francesa. No sé si seré capaz de escribir así, pero esta literatura condensa a la perfección mis ansias de transmitir sobredosis de sensaciones, sensibilidades a flor de piel, pesimismo real, optimismo "naïf", fealdad formalmente hermosa.

"Un cadáver no le deja a una ni un momento de sosiego"

"¿Sabes acaso cuántos actos de voluntad se necesitan para no mancillar excesivamente un ideal soñado?"

"Creo que a la vida no le gusta el vacío, así que siempre estamos sustituyendo, rellenando los huecos, pero no quiero de ninguna manera sustituirte"

"Así que nos matamos y se nos concede la belleza..."

"Calcinado y convertido en cenizas, Benôit era aún más atractivo y deseable"

"Sólo son nuestros de verdad la risa y el llanto"

"...me desperté con toda la vida por delante y sin saber qué hacer con ella"


Y esta, de H. Mankell, cierra el libro:

"Nos acordamos de los muertos y, sin embargo, es como si nunca hubieran existido"

sábado, 26 de enero de 2008

"Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver II"


Sé que se estarán preguntando por qué todavía no lo he escrito; a la muerte del actor de 28 años Heath Ledger (estrella de "Brokeback Mountain" y "Destino de caballero", entre otras) me refiero...Le encontraron ya cadáver en su apartamento el pasado martes, una semana después de la muerte de Brad Renfro. Al parecer, las drogas y la depresión son palabras recurrentes a la hora de buscar la causa de su muerte, aunque en los últimos meses se había publicado en la prensa que los usuarios del metro de Nueva York se alejaban de él en cuanto la veían, debido a su desaliñado aspecto y al fuerte olor que desprendía...Algunos dicen que había caído en un oscuro pozo tras su separación de la también actriz Michelle Williams (la rubia de "Dawson crece"), con la que tenía una cría de dos años.
Pero no quiero escribir más sobre estos James Deanes del nuevo siglo. Además, lo que son las cosas: como Brad Renfro era menos famoso que Heath Ledger, la muerte del segundo ha eclipsado la del primero, como si de dos películas estrenadas simultáneamente se tratara, y no me apetece entrar en eso. Basta de morbo necrocinematográfico. Por ahora...

jueves, 17 de enero de 2008

"Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver"


Otro joven actor de Hollywood que muere con una edad rondando o recién sobrepasado el cuarto de siglo. Es tarde, estoy cansado, y no filosofaré mucho. Pero quería dejarlo escrito antes de dormir. Se trata de Brad Renfro, de 25 años. Así, por el nombre, quizás no sean mucho los que le conozcan. Era el niño que Susan Sarandon protegía en "El cliente", Brad Pitt de crío en "Sleepers", o el adolescente aprendiz de nazi de Ian McKellen en "Verano de corrupción". Le descubrieron para "El cliente" con 11 años, en Tennesse, donde nació, y luego llegarían Hollywood, las drogas y el alcohol. Aún no se sabe de qué ha muerto, pero se estaba rehabilitando de adicciones varias, vivía un tumultoso romance con Daryl Hannah (32 años mayor que él), y lo han encontrado muerto tras una juerga. No sé, esto ya me suena, River Phoenix (muerto con 23), James Dean (que creó la frase con la que titulo este post, murió con 24), Jonathan Brandis (con 27, era el niño de "Sea Quest" y "La historia interminable II, entre otras) y muchos más. Qué mundo más raro. Si hasta en Hollywood, la tejedora de sueños, se autodestruyen...

domingo, 13 de enero de 2008

Petites Cauchemares III


Por fin las cosas tienen sentido. Después de casi veintiocho años de vida, comienzo a entender la maquinaria interna de esto de vivir, de esto de ser un ser humano, un animal social, un habitante de una ciudad occidental mediana de principios del siglo XXI, con todo lo que ello conlleva. Es como si durante todo este tiempo hubiera visto todo y cuanto sucedía a mi alrededor, sí, pero parapetado tras una pantalla translúcida, llegándome la verdad sólo a medias, trazada de forma zafia, a base de colores y perfiles y sombras y estímulos vastos y maniqueos.


Fui expulsado a la cuneta de la vida después del bachillerato sin apenas saber qué era lo que me gustaba y lo que me repugnaba, si ni siquiera sabía quién se escondía debajo de mi piel de pequeño príncipe sobreprotegido, siempre dispuesto a agradar, y a protestar por tener que agradar y no poder hace nada por dejar de agradar.


Me atrapaba a mí mismo en círculos viciosos en los que yo era el máximo responsable y culpable. Los amigos..., algunos los perdí por el camino: no eran lo que yo pensaba y, al parecer, yo tampoco lo que ellos creían. Nos quisimos, nos rechazamos y nos abandonamos, pero espero que el recuerdo no barra tan cruelmente lo bueno que vivimos.


Conocí a más gente, más amigos, otros tantos se extraviaron, y mis estudios avanzaron pese a mi desidia, ¿cómo lo hacía? Luego estaban los veranos, en Francia, en Inglaterra, en Hungría, la Playa, la Montaña Familiar, los Hoteles, los Amigos de Verano, los Amores de Verano..., pequeños paraisos estivales donde todo era agradable, pero efímero y artifcioso: se desvanecía en el otoño. Y eso lo hacía dulcemente repugnante.


Protesté por crecer tan deprisa, yo no quería, y nadie me avisó de que no podía frenar ni controlar nada, y eso me sumió en el caos: sí, yo también tenía la culpa de que cada año no rindiera los frutos esperados, y por ello me torturé, me reducí a muy poco, siempre la autoexigencia...Pero luego, no hace mucho, decidí extrapolar a mis demonios intransigentes de mi ser y así, separados mi Yo de mis Males, pude librar la batalla a mis anchas: supe en qué flaqueaba y en qué destacaba, todo era cuestión de alcanzar el equibrio.


(continuará)

domingo, 6 de enero de 2008

Día de Reyes...


Y se acabó la Navidad...No tengo nada interesante que contar, sólo que (sé que pensarán que estoy chiflado o que miento, o ambas cosas, pero mi familia puede atestiguar que es VERDAD) he descubierto un año más dónde estaba el regalito del roscón de Reyes.

Debo de tener un sexto sentido que me permite averiguar, año tras año (salvo alguna excepción), el lugar exacto de este rico bollo seco y circular donde el pastelero ha escondido una diminuta figurita, fea y malhecha la mayoría de las veces, que convierte a su descubridor en rey por un día (como en "Heroes" de David Bowie).

En esta ocasión me ha salido una virgencita/lavandera que debe medir medio centímetro y que tiene un razonable parecido con el "Ghost face" de la película "Scream". Algo macabro tenía que pasar...En fin, que he decidido que en 2008 esta figurita va a ser mi amuleto. La llevaré a mis exámenes, en alguna cita trascendental..., yo qué sé: a ver si tengo poderes más allá del Roscón de Reyes.

Felicidades y bienvenidos a un nuevo horror: las Rebajas...

jueves, 3 de enero de 2008

Nochevieja

Esta Nochevieja, en cierto modo, tuve mi encuentro con tres fantasmas, aunque tenían más de ángeles que de fantasmas. Ellos/ ellas me recordaron que no es sano ser intolerante con los problemas; alérgico a las discusiones; pedir perdón por no estar de acuerdo con el Universo; tener constantemente, entre las sienes, un general que impone la conducta correcta y un verdugo que, sin miramientos, golpea a base de remordimientos de conciencia cuando erramos.

Esta Nochevieja volvieron a mi vida personas que buceaban indecisas por las lagunas de mi memoria, pero que sonrieron de entusiasmo cuando se reencontraron conmigo. Algunas pronunciaron mis peculiares nombre y apellido como si de un sortilegio se tratara, como si océanos de tiempo se desecaran con ello, y volviéramos a compartir, por capricho del destino, espacio, tiempo, confidencias. ¿Tanto me apreciaban? Descubrí que sí. Que los sentimientos superan los embates del tiempo. Y quiero, deseo, no volver a perderos, criaturas del pasado...

Esta Nochevieja estuvo bien, aprendí un poco más, crecí más, pero...¿cuándo dejaré de aprender y me pondré a vivir de una vez por todas? Qué misterio...Pero no he puesto el árbol al final: me da pereza. Y me lo permito.