miércoles, 20 de febrero de 2008

Crónicas televisivas


Acabo de ver un documental en canal Odisea sobre dobles de famosos y sus vidas de doble, irremediablemente unidas a la de la persona a la que tratan de imitar en todo, absolutamente en todo (por supuesto, se trata de casos y personas especialitas, todo hay que decirlo).

Como el tinglado estaba rodado en plan programa sensacionalista americanoide, no lo he visto entero, pero he tenido tiempo suficiente para conocer el caso de una desgraciada mujer desarraigada (fue dada en adpción nada más nacer y en su vida posterior, completamente desastrosa, sólo destacaba como buena cantante de karaoke), doble de Shania Twain ( o más bien imitadora acérrima), que empezó a creer que Shania Twain era la que le había quitado la vida de ensueño (conciertos, dinero, admiradores, viajes por todo el mundo) a ella; la buena mujer, convencida (y obsesionada hasta la médula espinal) tuvo la genial idea de ir a ver a una vidente (otra mente privilegiada, al parecer) que le soltó que la Twain y ella compartían padre biológico.

Y antes de lanzar una carcajada me he reprimido porque resulta que la doble no sabía quién era su padre biológico, pero sí que era músico y que ¡había tocado en el mismo grupo del padre de Shania Twain! Y justo en ese momento, cuando debía resolverse el misterio, se han salido por la tangente y han cambiado de historia: se han puesto con el de Ouzzy Ousbourne. Qué cosas. Ahora me he quedado con curiosidad...

Por otra parte, ayer vi la seire de los Tudor que sigo semana tras semana con interés, aunque sea ligerilla en bastantes aspectos. Pero comparando con la ponzoña que hay por ahí, se deja ver (y repaso un poco de Historia, aunque no sé hasta qué punto es creíble).
El guionista es el de "Elizabeth", lo cual es un buen reclamo, y los actores no están mal, aunque la que destaca por encima de todos es Maria Doyle Kennedy (que interpreta a Catalina de Aragón), una de esas actrices que cuando interpretan hacen olvidar a uno que está asistiendo a una falsa representación de la realidad, es decir: no son actrices, son el personaje.

María Doyle Kennedy es una actriz y cantante irlandesa de 42 años (salió en "The Commitments") que posee una elegancia epatente, una presencia que ya querrían para sí un buen puñado de sopranos de nueva hornada, y un ilimitado abanico de registros que van desde la melancolía al regocijo maternal sin abandonar el poso de desgraciada digna que requiere su reina española, rechazada por el pérfido rey Enrique VIII (Jonathan Rhys-Meyers, morrudo y pasable, pero que está mejor anunciando perfumes) en cuanto conoce a una mujer poco agraciada que se hace valer como nadie, Ana Bolena (interpretada por Natalie Dormer, actriz con un razonable parecido con María José Campanario versión albina).
Pero la Catalina de la serie se come con patatas a estos dos jovenzuelos, aunque les saque más de 10 años.
No covencen Sam Neill como el Cardenal Wolsey (de un momento a otro, temo que aparezca un velociraptor y se lo coma), ni Jeremy Northam como Santo Tomás de Aquino (otro parecido, ¡lo siento! Es igual que Julio Medem vestido de sota de copas gótica), ni el Thomas Bolena (Nick Dunnig: Papá Noel sin barba y con sobredosis de botox).
Gabrielle Anwar, la bella que bailaba un tango con el ciego Al Pacino en "Esencia de mujer", interpreta a Margarita, hermana del Rey, y podía haberlo hecho bien, pero se ha acomodado a sus telefilmes de sobremesa y a los labios de colágeno, y hay que decirlo: sobreactúa.

En cambio, sin llegar al nivel de Doyle Kennedy, destaca Henry Cavill interpretando a Brandon, el mejor amigo del Rey y marido de Margarita (y más infiel que ni sé) hasta que ésta muere de tisis (mientras él está con una de sus amantes). Henry Cavill es buen actor, y joven (24 años), a ver si no es de los que se desvían y siguen las instrucciones de James Dean, esas para dejar un bonito cadáver...

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